miércoles, 21 de diciembre de 2016

Siete manifiestos DADA, de Tristan Tzara




Siete manifiestos DADA
de Tristan Tzara

Jesús Guerra

Aunque el año 2017 está a punto de llegar, vale la pena recordar que 2016 es (aún) el centenario del inico del movimiento artístico, o «antiartístico», si se prefiere, llamado DADA, el cual fue fundado en 1916, en el famoso Cabaret Voltaire, de la ciudad suiza de Zúrich. Su fundador oficial es Hugo Ball, un escritor y poeta alemán nacido en 1886, pero murió pronto, en 1927, a los 41 años de edad. Uno de los primeros integrantes del movimiento DADA fue el poeta rumano, después nacionalizado francés, Tristan Tzara, cuyo verdadero nombre era Samuel Rosenstock, nacido en 1896, y fue él quien se volvió el personaje más emblemático del movimiento.


Para entender el movimiento DADA hay que tener en cuenta, sobre todo, que en 1916 la Primera Guerra Mundial llevaba dos años de destrucción y de matanzas como nunca se habían visto antes. La guerra terminó dos años después, pero en 1916 no podían saberlo, así que la guerra parecía interminable y apocalíptica. Zurich era una ciudad llena de gente de todas partes, entre ella, artistas e intelectuales europeos desilusionados de Europa. ¿Cómo era posible que la tan encumbrada razón de la cultura occidental hubiera conducido al sufrimiento, la destrucción y la muerte que significó la Primera Guerra Mundial? La reacción de los artistas fue el nihilismo, y el nihilismo del momento fue DADA, o dadaísmo.

 Cito a continuación los puntos principales de este movimiento, según el sitio web sobre arte The Art Story:

* DADA fue el primer movimiento de arte conceptual en el que el objetivo principal no fue la creación de objetos artísticos placenteros sino hacer obras que sorprendieran y espantaran a las sensibilidades burguesas y que plantearan preguntas difíciles acerca de la sociedad, del papel del artista y del propósito del arte.

* Los miembros del movimiento dadaísta estaban tan enfocados en oponerse a todo, que se oponían incluso a su propio movimiento, por lo menos teóricamente, pues uno de sus eslóganes era: «Dada es antidadá».

* Artistas como Hans Arp —que fue dadaísta y posteriormente surrealista—, centraron su atención en la incorporación del azar en la creación artística. Esto iba en contra de todas las normas de la creación artística tradicional, en la que la obra estaba meticulosamente planeada y fabricada. La introducción del azar en la producción artística fue una manera de los dadaístas de contraponerse a las normas artísticas y de cuestionar el papel del artista en el proceso artístico.

* Los artistas dadaístas son conocidos por la invención y la utilización de los llamados ready-made, que son objetos cotidianos a los que el artista les hace un mínimo cambio y los presentan como obras de arte. La intención era la mencionada anteriormente: el cuestionamiento del papel del artista, de la creatividad artística y del arte mismo y su función en la sociedad. Como ejemplo de los ready-made podemos mencionar quizás el más conocido de todos, el orinal que Marcel Duchamp presentó como una escultura llamada «La fuente», en 1917. Simplemente le dio la vuelta, es decir el respaldo del objeto quedó como base, y lo firmó con un nombre falso. Esta escultura es evidentemente una broma. Pero si a nosotros, a 100 años de distancia, nos da risa, aunque no deja de sorprendernos, en su momento ofendió a todo mundo. El hecho de poner un orinal en un contexto artístico (una galería o un museo) tiene varios significados. Lo curioso es que esta «escultura» se encuentra hoy en el Museo de Arte de Filadelfia.


Podemos decir, entonces, que el éxito del arte dadaísta significó la muerte del movimiento, un movimiento que pretendía burlarse del arte, espantar a los burgueses, y cuestionar a la sociedad.

Sin embargo, DADA produjo pocas obras. La mayor parte de su legado está en sus manifiestos, en sus poemarios, en sus revistas, y en las representaciones y shows en el Cabaret Voltaire. El verdadero arte dadaísta era un arte de cabaret, el espectáculo burlón. Quizá la mayor aportación del movimiento fue, entonces, su actitud.

Oficialmente el movimiento dada existió de 1916 a 1924... Pero fue la base para el surrealismo, liderado en Francia por André Breton.

Para comenzar a comprender el dadaísmo, y para celebrarlo a 100 años de su fundación, les recomiendo la lectura de un libro muy breve, pero imprescindible para los interesados en el arte y en la historia del arte. Se trata de Siete manifiestos DADA, de Tristan Tzara.

El manifiesto número siete lleva por título «Dada manifiesto sobre el amor débil y el amor amargo», el cual está dividido en 16 partes. La parte octava lleva un subtítulo: «Para hacer un poema dadaísta», el cual transcribo a continuación:

Tome un periódico.
Tome unas tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente
en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo.


En el segundo manifiesto DADA, de 1918, hay una frase clave, realzada tipográficamente (pues los dadaístas jugaban mucho con la tipografía), que es la siguiente: «Dada no significa nada». Y eso es importante, en cuanto a la coherencia del movimiento, porque Francis Picabia —diseñador, ilustrador, pintor y escritor francés, que formó parte del movimiento dadaísta y luego del surrealista— escribió lo siguiente: «Dada huele a nada, es nada, nada, nada».

El quinto manifiesto lleva por título el propio nombre del autor: «Tristan Tzara». Y comienza así:

¡Mírenme bien!
Soy idiota, soy un farsante, soy un bromista.
¡Mírenme bien!
Soy feo, mi cara carece de expresión, soy pequeño.
¡Soy como todos ustedes!"

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Siete manifiestos DADA. Tristan Tzara. Huberto Haltter. Tusquets Editores, colección Fábula. 66 págs.




martes, 22 de noviembre de 2016

Animales fantásticos y dónde encontrarlos, de David Yates




Animales fantásticos y dónde encontrarlos
(Fantastic Beasts and Where to Find Them, Inglaterra, EEUU, 2016)
de David Yates

Jesús Guerra

Newt Scamander (Eddie Redmayne) —un científico de la comunidad mágica inglesa, especializado en conservación de animales fantásticos—, llega, en 1926 (es decir 70 años antes de la saga de Harry Potter), a lo que tendría que ser una rápida visita a Nueva York, con una pequeña maleta. Su intención es encontrarse con un individuo que le venderá una rara especie de animal. Llega a un banco y en ese lugar suceden cuatro eventos que cambian radicalmente la dinámica del viaje, y uno más que le cambiará la vida.




En primer lugar conoce, por accidente, a un panadero (un «no-maj», que es como la comunidad mágica estadounidense conoce a las personas comunes y corrientes, es decir «no mágico», en lugar de «muggles» como en Inglaterra) de nombre Jacob y de apellido Kowalski (de fuertes ecos literarios, así se apellida uno de los personajes centrales de «Un tranvía llamado deseo»; Kowalski es interpretado espléndidamente por Dan Fogler), el cual está en el banco para pedir un préstamo para abrir una pastelería, y tiene sus muestras en una maleta de cuero idéntica a la de Newt.




El segundo evento: se le escapa a Newt de la maleta mágica una de las criaturas que ahí transporta, un animalejo maravilloso muy parecido a un ornitorrinco (¡un ornitorrinco!), que tiene especial predilección por todos los objetos metálicos y brillantes, como las monedas y las joyas (y están en un banco...). Tercero, debido a un accidente derivado del accidente anterior, Newt tiene que mostrarse ante Kowalski como un mago, y cuarto, cuando se despiden, por error intercambian sus maletas, así que cuando Kowalski, en su pequeño departamento abre su maleta, escapan algunos de los animales fantásticos que con tanto trabajo ha ido recolectando Newt en su viaje por el mundo, y estos animales pueden causar un caos en la ciudad y un desastre en las relaciones de los magos con los no-majs.




El quinto evento importante es que hay una bruja o maga que sigue a Newt porque le parece sospechoso, y cuando se da cuenta del desastre con los animales, lo arresta. Pero ella, llamada Tina (Porpentina Goldstein, interpretada por Katherine Waterston), tiene a su vez problemas con sus jefes en lo que sería el equivalente al Ministerio de Magia de Inglaterra, llamado Magical Congress of the United States of America, MACOSA (Congreso Mágico de los Estados Unidos de América). Nunca la toman en cuenta. No le dan importancia. Cuando ella explica por qué arrestó a Newt y abren su maleta en la oficina es cuando se dan cuenta de que Kowalski tiene la maleta de Newt pues ahí, frente a los jefes de Tina, sólo hay un montón de pastelillos. Así que Tina tiene que hacer equipo con Newt para localizar a Kowalski antes de que suceda un desastre. Y lo encuentran, pero algunos animales ya han escapado. Esa noche cenan en el departamento que Tina comparte con su hermana, Queenie (Alison Sudol), una bruja que lee la mente y que al parecer se enamora de inmediato de Kowalski. Jacob, por supuesto, está deslumbrado («No te preocupes», le dice ella, «todos los hombres piensan lo mismo cuando me conocen»).




Hasta aquí todo parece reducirse a una suerte de cacería urbana de animales fantásticos para devolverlos a esa suerte de maletín-zoológico de Newt, pero hay una segunda trama, literalmente muy oscura, pues por esos días se está produciendo en la ciudad un fenómeno que también pone en peligro las relaciones de los magos y los no-majs: hay un «obscurus» (o algo así) suelto, una energía negativa y destructiva fuera de control (digamos la furia ciega de una persona, exteriorizada en la forma de un minitornado). Y hay, por supuesto, un momento en el que ambas historias se juntan.




Hay otros personajes importantes aquí, y algunos de ellos cobrarán mayor importancia en las películas siguientes, pues ya se anunció que la saga constará de cinco películas. Una es Mary Lou (interpretada por la siempre estupenda Samantha Morton), una fanática religiosa que dice que «las brujas viven entre nosotros», y sus muy extraños hijos adoptivos; otro es Percival Graves (Colin Farrell), el Director de Seguridad Mágica de MACUSA. Y la sombra de Gellert Grindelwald, quien, según sabemos por la saga de Harry Potter, fue un amigo de juventud de Dumbledore y posteriormente su enemigo pues se pasó al lado oscuro. Dumbledore lo derrotó en 1945, es decir 19 años después de los acontecimientos narrados en este film.




Este es el primer guión escrito por J.K. Rowling y la verdad es que es espléndido. Es un guión original, aunque erróneamente se dice que está basado en el libro del mismo título, Animales fantásticos y dónde encontrarlos, publicado por J.K. Rowling en 2001. Ese libro, cuyo autor en el universo mágico es Newt, es un bestseller que para cuando Harry Potter y sus amigos lo llevan en clase, lleva ya 52 ediciones. Pero ese libro es un tratado de Magizoología, un bestiario, con la descripción de muchos animales fantásticos. Esta película no es ese libro sino lo que está detrás del mismo, y narra sólo una de las muchas aventuras del autor en sus viajes para capturar a estas criaturas maravillosas y mágicas. En el momento en que sucede lo narrado en esta película, Newt apenas está recabando la información y escribiendo el libro que publicará un año después, en 1927. Vale la pena apuntar el nombre completo del personaje, que viene en la sección «Acerca del autor» en el libro en cuestión: Newton (Newt) Artemis Fido Scamander, quien nació en 1897.




Como uno de los temas que se encuentran en la saga de Harry Potter, y obviamente también en esta película, es el lado oscuro y los magos que practican la maga negra, que son criminales, crueles, arrogantes, racistas, esclavistas, paranoicos, sádicos, etcétera, es lógico que parezca que esta obra es un reflejo de Donald Trump y de los oscuros tiempos que ya están aquí. No lo es. Son Trump y su gente los que siguen los tristes modelos fascistas del pasado y los quieren imponer de nuevo y, por tanto, entran a la perfección en el molde descrito. Y es que el universo mágico creado por J.K. Rowling es tan amplio que incluye, también, una crítica al resurgimiento de la ultraderecha en el mundo en los últimos años. Hay incluso un personaje, un junior adinerado, que se encamina a la presidencia del país...




Esta película, dirigida por David Yates (nacido en 1963, en Inglaterra), quien dirigió las últimas cuatro películas de Harry Potter, es, al igual que esos filmes, una mezcla precisa entre luz y oscuridad, en los temas y en la fotografía, y nos muestra una Nueva York bellísima pero fría, en parte nostalgia y en parte fantasía, al borde de la Gran Depresión. Y el retrato de los Estados Unidos, a través de la comunidad mágica y de los fanáticos, es entre otras cosas el de la segregación racial, la inseguridad y la paranoia.




Los vestuarios son estupendos, así como la escenografía y la fotografía. Los efectos especiales, maravillosos. Los diseños de los animales son sensacionales y en ningún momento se vuelven una caricatura, como lamentablemente sucedió, por ejemplo, con los monstruos de Los hombres de negro o los fantasmas de Ghostbusters. Las interpretaciones son muy adecuadas, pero sobresalen Eddie Redmayne (recordemos la escena en la que realiza un ritual de apareamiento para atraer a la versión fantástica de un rinoceronte), Dan Fogler (muy simpático pero controlado, en permanente estado de shock debido al descubrimiento de la magia), Alison Sudol (muy divertida), Samantha Morton (muy dura en su papel de fanática religiosa) y Ron Perlman (como un impresionante y traidor goblin gángster).




La minuciosidad del diseño en todos los aspectos de esta película es verdaderamente espectacular. La película es bellísima, así como la música de James Newton Howard; es divertida, tierna y ligera, y también tiene sus aspectos siniestros. Ahora que sabemos que vienen cuatro filmes más, escritos por J.K. Rowling, y dirigidos por David Yates, como se ha anunciado, podemos suponer que la serie se volverá más compleja e interesante.

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Animales fantásticos y dónde encontrarlos (Fantastic Beasts and Where to Find Them)
Dirección: David Yates
Guión: J.K. Rowling
Fotografía: Philippe Rousselot
Edición: Mark Day
Dirección de producción: Stuart Craig, James Hambidge
Vestuario: Colleen Atwood
Música: James Newton Howard
Con: Eddie Redmayne, Colin Farrell, Katherine Waterston,  Samantha Morton, Dan Fogler, Alison Sudol, Jon Voight, y Johnny Depp, entre muchos otros
Género: Fantasía, Aventuras
País: Inglaterra y EE.UU.
Año: 2016
Duración: 133 minutos

    

viernes, 18 de noviembre de 2016

Coordenadas para encontrar a Leonard Cohen




Coordenadas para encontrar a Leonard Cohen

Marlén Curiel-Ferman

En el mundo hay muchas palabras difíciles de definir. El día de hoy únicamente vengo a traerles dos de ellas: poesía y hombre.

Ahora que el mundo ha olvidado la capacidad de sentir la poesía, ahora que el mundo cada vez se asume menos hombre (entendiéndose bajo la primera acepción, la que hace referencia a la humanidad), resulta un caso trillado, incluso de una cursilería mal acomodada para un siglo que no tiene ganas de llorar por lo realmente conmovedor ni de reír por aquello que nos devasta. No vengo, pues, a contarles lo que para mí significa poesía u hombre. Eso ya lo definió Leonard Cohen.




El problema es que desde hace una semana que ya no está.

No lo hemos podido localizar debajo de nuestros LPs, donde salía joven, medianamente apuesto y sumamente tímido, a veces una guitarra, a veces una mujer (implícita o explícita), a veces senderos, corazones o bastones; pero siempre un par de ojos de felino tranquilo, como flotando en las aguas de los mantras que él ya conocía mucho antes de haberse ido por la filosofía budista. Tampoco lo hemos podido localizar en algo que llamamos nostalgia, ni en su buque grandísimo, que se amplía a placer entre más tiempo nos recorren los vientos de todos los tipos; no está, les juro, en la idea que tenemos del amor, de la soledad, de la miseria entre la risa pasajera, de la sexualidad, de las ciudades que respiran como un pulmón enfermo que seduce al más inocente para robarle su paz.

Leonard Cohen tampoco está en los diarios que todos leímos junto a él mientras cantaba «In my secret life» y recordaba la isla de Hydra, donde plantó semillas que luego fueron Flores para Hitler (1964) y proyectó a Lorca y Adam, sus hijos que le siguieron la pista, ya fuera desde la lente o desde una guitarra.

Leonard Cohen, les aseguro, no está más. Queda su obra, su maravillosa obra compuesta por nueve poemarios, dos novelas, catorce álbumes de estudio, ocho álbumes en directo, cuatro álbumes recopilatorios y cinco más de homenaje. Hace unos días se dice que vieron pasar a «So Long Marianne» vestida de una juventud confundida ahora que no está su creador, el único que podía revivirla con su voz, sin importar que ya tuviera 70 años. Dicen también los que presenciaron la marcha que hubo un debate para elegir la canción adecuada a la partida de su hombre: «A Singer Must Die» (incluida en su fabuloso álbum New Skin for the Old Ceremony de 1974), «Hallelujah» (que se encuentra en su disco Various Positions de 1984), «If It Be Your Will» (también del disco anteriormente citado). Sus mujeres todas, las reales, las imaginarias, las coristas, las de viento, las agradecidas, las escritas y cantadas, decidieron que era mejor entonar el último verso, «Estoy preparado, mi Señor», que aparece en su último álbum, You Want It Darker, publicado apenas un mes antes de su muerte.




Hicieron bien. Leonard Cohen es el real exponente de la evolución correcta del poeta: nació para expresarse, escribió en su juventud para remorderse y torturarse, la métrica muy visible, casi como su corazón de vulnerable inocencia dramática; llegó a la etapa de la madurez con la métrica escondida en los pliegues de la cara, anteponiendo mejor el estoicismo a veces amargo que sedujo a todos y a tantos, especialmente a la vida, que limpió sus versos hasta volverlos sencillos, más claros y diáfanos que nunca. Cohen estaba preparado para hablar directamente con la gente sin la crudeza del político ni la zalamería del sacerdote. Cohen, pues, se volvió gurú de sí mismo, de la verborrea que permea entre los poetas jóvenes y los no tan jóvenes que insisten en sufrir sus textos y, por lo tanto, apagar la poesía. Cohen se volvió después en el gurú de los que también han buscado a ciegas. First We Take Manhattan, Then We Take Berlin… Primero tomó su poesía, luego tomó la poesía de los otros. Y lo hizo por los cuernos. Y desbarató los quinqués del decimonónico y escribió signos de niño sobre las vanguardias. Había que reírse pero no burlarse. Había que seguir sin intentar ser seguido.

Para cuando lo agarró el crepúsculo, Cohen ya estaba en la línea recta hacia el silencio. Eso es lo que pasa con el poeta: encuentra la luz y el sonido en el silencio. No tiene más nada qué decir, pues sabe que la flor y el fango tienen su canción propia. Leonard se dedicó a filosofar, a rezar sus mantras con su voz de terciopelo y roble, prueba de ello son sus últimas canciones, en donde ya no cantaba. Cohen se volvió un maestro de la oración. Y luego fue otra vez niño, y luego abrazó al silencio.

Dicen que sufrió una caída la noche previa a su muerte. Sus versos saben que no, que simplemente fue un ejercicio, el último, de ejercer la humildad. Besó la tierra. Luego, partió.

Es muy probable que ahora que murió nos preguntemos: ¿Por qué a él no le dieron también el Nobel? ¿Habrá decidido irse ahora que Trump fue electo y es casi seguro que nos seguirán tiempos agrestes para la poesía?




La cosa es sencilla de responder. A Cohen poco le importaban este tipo de asuntos. Se ganó el Príncipe de Asturias en 2011. Los gobiernos, al menos en sus territorios creativos, poco lo asustaban.

Leer y oír a Cohen se vuelve entonces una constante que no debería dejarse de lado. No porque un día vayamos a un café y podamos hacer gala de los poemas que memorizamos (para qué, en todo caso). Tampoco porque, tras leerlo u oírlo vayamos a escribir igual que él. En este mundo nada se repite, todo se emula.




Leer y oír a Cohen es esencial para aprender de su tratado (construido sin querer) de pureza y honestidad. Se necesitan dosis enormes para comprendernos ahora que nos quedamos muy solos, cada vez más solos, con nuestras máscaras y circos mediáticos al por mayor. Se necesita a un maestro como Leonard para entender lo que es ser hombre. «I’m Your Man». Y sí, él es de los pocos que alcanzó este estadío.

. . .

[Me acaban de decir que por fin encontraron a Leonard Cohen. «Canten “Dance Me to the End of Love”, ése es el camino», me susurraron ciertos versos. El amor es el camino. El silencio, su resolución en este mundo].





lunes, 31 de octubre de 2016

Bob Dylan y el Nobel




Bob Dylan y el Nobel

Jesús Guerra

La polémica por el Nobel
Como recordarán, en la primera quincena de octubre se anunció el nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura 2016: el cantante y compositor Bob Dylan. De inmediato se desató una polémica, en prensa y en redes sociales, debido a esta elección de la Academia Sueca, la institución que selecciona y entrega el premio.

Tanto la elección de un compositor de canciones de música folk, blues y rock para recibir el premio literario más importante del mundo como la polémica resultan muy interesantes, porque se refieren, en realidad, a un tema más amplio: «¿qué es, o qué es lo que se considera literatura en la segunda década del siglo XXI?»

Por lo general el Nobel de Literatura se les otorga a novelistas, a cuentistas, a dramaturgos, a poetas y a ensayistas. Hay ganadores del Nobel que escriben sólo en uno de estos géneros, o en dos, o en todos. Pero en 2015, por ejemplo, el premio se le otorgó a la bielorrusa Svetlana Aleksiévich —y aquí cito un fragmento del documento de la Academia Sueca— «por sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo», y si escribí «pero» se debe a que esta escritora es sobre todo periodista. Una periodista que escribe sobre dramas sociales con una gran calidad, una calidad literaria, sin duda, pero es sobre todo una periodista. Y esto no lo resalto como algo negativo, al contrario. Esto implica una ampliación del significado de literatura reconocido por la Academia Sueca.




Este año, esa ampliación continúa, al anunciar que el seleccionado para el premio es un escritor de canciones. No uno cualquiera, por supuesto —y cito de nuevo a la Academia Sueca, la cual dice que lo seleccionaron—: «por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción». Es decir, la Academia Sueca reconoce por primera vez que las canciones son, o pueden ser, poesía. Esto en realidad es un regreso al origen de la poesía, es algo evidente, pero no aceptable para todo el mundo, como lo demuestra la polémica que se desató en medios de comunicación y, sobre todo, en redes sociales.

Muchos de los comentarios, fundamentalmente en Twitter, eran bromas, pero estas bromas muestran la extrañeza, la confusión que causó la elección del premio de este año. Hay escritores que preguntaron si las versiones en audiobook de sus obras podrían ganarse un Grammy, los premios estadounidenses de música. Un novelista francés comentó «A mí me gusta Bob Dylan, pero dónde están sus libros».

Hubo comentarios muy generosos, como el de Salman Rushdie, quien declaró que le gustaba que Dylan se hubiera ganado el Nobel, y que esa tarde se la pasaría escuchando canciones de Dylan (mencionó específicamente «Mr. Tambourine Man»). Hubo otros, como el de Vargas Llosa, ganador del Nobel en 2010, quien declaró que la Academia Sueca había cometido un error. Tiene razón, la Academia Sueca suele cometer errores... ¿Fue un error otorgarle el premio a él?




Más allá, o más acá, no sé, del tema de la ampliación del concepto de literatura, creo que hay también una preocupación, digamos «pragmática», por lo menos para los escritores cuyo nombre se menciona año con año como posibles ganadores del Nobel, relacionada con el tiempo de espera. Los novelistas, por ejemplo, sienten que tienen que competir no sólo entre ellos por el premio, sino con dramaturgos y poetas, y ahora, para complicar las cosas, también con periodistas y cantautores. Sienten que se van a morir antes de que se les otorgue el premio (y en algunos casos inevitablemente eso va a suceder). Y lo mismo sucede con los poetas y con los dramaturgos.

Una humilde propuesta (inaceptable)
La ampliación del concepto de literatura debería tener como consecuencia la separación del premio en diversas categorías. Un premio Nobel para cuentistas y novelistas, otro para dramaturgos, y otro para poetas y cantautores. Y ya que estamos en esto, seamos generosos, yo incluiría, junto a los dramaturgos, a los guionistas de cine. Es una idea. Sin embargo, la Academia Sueca no estaría dispuesta a considerarla, entre otras cosas porque cada premio les cuesta ocho millones de coronas suecas, es decir, alrededor de un millón de dólares, y el trabajo que realizan por lo menos se triplicaría, y además porque lo más probable es que las vacas sagradas del mundo literario pondrían el grito en el cielo (es decir en Twitter).

Diversificación
La verdad es que el asunto del concepto de literatura es complejo, o más bien, se ha vuelto más complejo en nuestro tiempo, en que todo se multiplica y se diversifica. Uno de los comentarios en redes sociales que más me llamó la atención fue el del novelista inglés Philip Pullman, quien escribe literatura fantástica. En su comentario dijo que estaba contento por la elección de Bob Dylan como el Nobel de este año, y que esperaba que la elección de un cantautor significara que la Academia Sueca tomaría en cuenta también, para años próximos, a escritores de subgéneros.




Y tiene razón: hasta ahora, el premio Nobel de literatura sólo se les otorga a autores, en el caso de los narradores, de obras catalogadas un tanto ambiguamente como «literarias», es decir, obras que pertenecen a la alta cultura, independientemente de lo popular que en un momento dado pueda ser el escritor en cuestión —como fue el caso de Gabriel García Márquez—. El premio a Bob Dylan abre la puerta a la discusión sobre la percepción que tiene la Academia Sueca de la alta cultura y de la cultura popular. Por eso me llamó la atención el comentario de Philip Pullman, pues es cierto, nunca se les ha dado el Nobel a autores de novelas de ciencia-ficción o de novelas policiacas, por mencionar sólo dos géneros narrativos.

Está claro que la Academia Sueca acaba de abrir la puerta a la cultura popular, pero no está muy claro si la mantendrá abierta de manera permanente. La discusión, o quizá las discusiones, sobre estos temas relacionados con el Nobel van a comenzar de manera seria (quizá) y no sabemos a dónde irán a parar.

Volvamos a Dylan
El verdadero nombre de Bob Dylan es, o era, Robert Allen Zimmerman, y por sus apellidos es fácil deducir que nació de padres judíos, el 24 de mayo de 1941, en Duluth, Minnesota. Cuando estaba en secundaria formó varios grupos de música. En mayo de 1960 se salió de la escuela y se fue a Nueva York, y comenzó a tocar en bares, en donde conoció otros músicos y comenzó a hacer grabaciones. En agosto de 1962, legalmente cambió su nombre por el de Bob Dylan, con el que el mundo lo ha conocido en el último medio siglo. Se dice que escogió el nombre Dylan como apellido debido a su pasión por la poesía del poeta Dylan Thomas.




Su discografía
Ese año apareció su primer disco, llamado sólo Bob Dylan, en el que mezcló canciones suyas con otras de otros músicos, y canciones tradicionales con arreglos suyos. Al año siguiente se publicó se segundo disco, The Freewheelin' Bob Dylan, y la primera canción de ese disco es la famosísima «Blowin' in the Wind», que conocemos en español (por lo menos en México) como «La respuesta está en el viento». Esa canción, que tiene 53 años, quedó ligada al nombre de Dylan para siempre, y fue una de las que identificó a su autor como una de las voces de su generación, y se convirtió en uno de los himnos de los años 60, durante la lucha de los derechos civiles.

Esta canción la grabaron muchos artistas de su tiempo, y fue un hit para el trío de cantantes Peter, Paul and Mary. De hecho, en esos años, muchos otros artistas grabaron canciones de Dylan, como Joan Baez, The Byrds, Sonny & Cher, The Hollies, The Association, Manfred Mann y The Turtles.

Su disco fue muy escuchado y admirado por músicos y críticos. George Harrison dijo alguna vez que The Beatles escucharon ese disco muchas veces, y que tanto las letras de las canciones como la actitud de Dylan les parecieron increíblemente originales y maravillosas.




Dylan ha tocado blues, spiritual, folk, rhythm & blues y rock, y por supuesto, una mezcla muy propia de algunos de estos géneros.

La discografía de Bob Dylan, de 1962 a 2016 —estamos hablando de una carrera que lleva 54 años— está compuesta, hasta ahora, por 37 álbumes de estudio, lo que nos da un promedio de un álbum cada año y medio. Los títulos son los siguientes:

1. Bob Dylan (1962)
2. The Freewheelin' Bob Dylan (1963)
3. The Times They Are a-Changin' (1964)
4. Another Side of Bob Dylan (1964)
5. Bringing It All Back Home (1965)
6. Highway 61 Revisited (1965)
7. Blonde on Blonde (1966)
8. John Wesley Harding (1967)
9. Nashville Skyline (1969)
10. Self Portrait (1970)
11. New Morning (1970)
12. Pat Garrett & Billy the Kid (1973)
13. Dylan (1973)
14. Planet Waves (1974)
15. Blood on the Tracks (1975)
16. The Basement Tapes (1975)
17. Desire (1976)
18. Street Legal (1978)
19. Slow Train Coming (1979)
20. Saved (1980)
21. Shot of Love (1981)
22. Infidels (1983)
23. Empire Burlesque (1985)
24. Knocked Out Loaded (1986)
25. Down in the Groove (1988)
26. Oh Mercy (1989)
27. Under the Red Sky (1990)
28. Good as I Been to You (1992)
29. World Gone Wrong (1993)
30. Time Out of Mind (1997)
31. Love and Theft (2001)
32. Modern Times (2006)
33. Together Through Life (2009)
34. Christmas in the Heart (2009)
35. Tempest (2012)
36. Shadows in the Night (2015)
37. Fallen Angels (2016)




Pero a esto hay que agregar un buen número de discos que han aparecido con grabaciones que nunca se publicaron en disco en su momento, demos, grabaciones no definitivas, álbumes en concierto, recopilaciones, etcétera, que son alrededor de 50 discos más, y en total estamos hablando de entre 85 y 90 discos.

Sus canciones
Sus interpretaciones siempre han sido materia de discusión. Hay quien adoran la manera en que canta y toca sus canciones, hay quienes simplemente no lo soportan, pero la calidad de sus letras nadie, o casi nadie, las cuestiona. Quienes lo critican por su forma de cantar dicen que a veces no se entiende lo que canta, lo cual es incomprensible teniendo en cuenta que canta algunas de las que están consideradas las mejores letras de la música popular. Todo esto lo comento porque hablamos de él, pero vale la pena recordar que la Academia Sueca no lo premió como músico ni como cantante, sino como letrista, es decir, como poeta.

Como escritor de canciones ha sido más que prolífico. En Wikipedia podemos encontrar la lista de las canciones de Bob Dylan. Una nota aclara que la lista sólo contiene las canciones cuya letra es de Dylan, y aquellas en que aparece acreditado como coautor, pero no están las canciones tradicionales ni aquellas que ha grabado pero que son de otros compositores. Esta lista contiene 522 canciones, número que me parece asombroso (hablamos de casi una canción al mes, durante 54 años de trabajo).




Al hablar de Dylan hay que tener en cuenta dos datos muy importantes, para entender su dimensión como músico. Ambos son selecciones de la revista Rolling Stone, publicación muy respetada en opiniones musicales. El primero: la mencionada publicación lo reconoció en el año 2010 como el segundo artista más importante de la historia del rock. Los primeros son The Beatles. (Véanlo de esta manera: con excepción de The Beatles, Dylan es más importante para la historia del rock que cualquier otro cantante o grupo que se les ocurra.) El segundo dato: en 2011 la misma revista publicó su lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos, y la número uno es «Like a Rolling Stone» de Bob Dylan (a menos, claro, de que se trate de una broma debido al título de la misma).

Premios
Por otra parte, la lista de premios que se le han otorgado a Bob Dylan es impresionante: le han dado títulos honorarios de Doctor en Música en varias universidades, varios de sus discos y de sus canciones están en diversos apartados del Salón de la Fama del Rock, ha sido nominado una gran cantidad de veces a los premios Grammy, y se ganó muchos de ellos; España le dio el premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2007, Francia le dio la medalla de Comandante de la Orden de las Artes y las Letras en 1990, y en 2013 lo hizo Oficial de la Legión de Honor. En Estados Unidos se ha ganado muchos premios y honores, entre ellos, en 2008 se le otorgó un Premio Pulitzer especial, y en 2012 se le dio la Medalla Presidencial de la Libertad. En 2001 se ganó, además, el Globo de Oro a Mejor Canción Original por «Things Have Changed» que está incluida en la película Wonder Boys (Curtis Hanson, 2000), y por la misma canción y la misma categoría se ganó el Oscar correspondiente al año 2000, y ahora, en 2016, como cereza del pastel, se le otorgó el Premio Nobel de Literatura.

Letras 1962-2001
La edición en español de su libro de letras de canciones es Letras 1962-2001, el cual tiene varias ediciones en inglés, pues cada vez que se reedita se le aumentan las letras de los discos aparecidos entre los años de una edición del libro y la siguiente. En inglés apareció primero el libro cuyo título traducido sería «Textos y dibujos», en 1973; luego otro llamado «Letras» (Lyrics, o sea «letras de canciones»), que tenía las canciones de Dylan de 1962 a 1985. Después apareció otro, llamado también Lyrics pero en este caso de 1962 a 2001, que se publicó en inglés en 2004. Y ya se anunció que pronto saldrá la nueva edición de este libro, supongo que con las canciones escritas hasta 2012 en que apareció su álbum Tempest (hay que recordar que los dos discos más recientes de Dylan, el de 2015 y el de 2016, son de canciones que no fueron escritas por él).




La edición en español que les comento es la traducción del libro aparecido en inglés en 2004, e incluye, por lo tanto, las canciones escritas por él y que aparecieron en sus primeros 31 discos en estudio. El libro es monumental, tanto en su número de páginas: 1,264, como en el trabajo que representa, tanto de parte del autor (casi 40 años de escribir canciones: para la siguiente edición, la que está a punto de aparecer en inglés el libro contendrá la escritura de medio siglo), pero también es monumental por el trabajo de traducción, de Miquel Izquierdo y José Moreno, y por parte de Alessandro Carrera, autor de las notas sobre cada una de las canciones incluidas. Es decir, en pocas palabras, hablamos de un libro estupendo.

De este libro se hizo una primera edición en español de la editorial Global Rhythm en 2007, y luego ésta que les comento, del año 2011, que es una coedición de Global Rhythm y Editorial Océano. El volumen contiene una «Nota previa a la traducción», una breve «Introducción», y luego las letras de las canciones, tanto en inglés como en español, separadas por álbumes. Y en cada álbum, después de las letras están las notas, que nos comentan las circunstancias en que las canciones se escribieron, en qué se basó Dylan para componerlas, tanto la letra como la música, las fechas de grabación, y los posibles orígenes e incluso significados diversos de algunos versos específicos. Las notas son realmente muy completas y contienen detalles fascinantes.

Para terminar: el Nobel
Luego de que la Academia Sueca anunció que Dylan era el ganador del Premio Nobel de Literatura 2016, el cantautor, quien tenía conciertos en Las Vegas en esas fechas, no declaró nada al respecto. La Academia no pudo comunicarse con él. Comenzaron los rumores: ¿lo pensaba rechazar? Finalmente, Dylan se comunicó con los organizadores del premio y luego declaró que lo que sucedía era que el anuncio lo había dejado sin palabras. Prometió asistir a recoger el premio.

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Letras, 1962-2001. Bob Dylan. Global Rhythm y Editorial Océano. 2011. 1264 págs.