sábado, 20 de febrero de 2016

Siga en sintonía, de Peter Hyams





Siga en sintonía
(Stay Tuned, EEUU, 1992)
de Peter Hyams

Jesús Guerra

Roy Knable (John Ritter)* es un adicto total a la televisión. Su esposa Helen (Pam Dawber) se queja constantemente, pues Roy ya no es, evidentemente, el hombre que ella conoció. Ella es una ejecutiva en una agencia de publicidad y le oculta a su esposo los ascensos que le dan pues, supone, su éxito intimida a Roy. Roy, por su parte, es un mediocre y distraído vendedor de productos relacionados con la plomería. En efecto, cada vez está más encerrado en sí mismo, pero de hecho un tanto ausente de sí mismo, pues lo único que hace es mirar la televisión: deportes, programas de concursos, películas viejas de las cuales se sabe de memoria los diálogos, etcétera.




Tienen dos hijos, Diane (Heather McComb), una adolescente insoportable interesada sólo en sus amigas, y un niño, Darryl (David Tom), que es una especie de genio en potencia de la electrónica. Un buen día, los hijos de los Knable se ponen de acuerdo para pasar una noche fuera de casa y darles una oportunidad a sus padres para que, estando solos, puedan reencontrar el romance. A Roy la idea no le parece muy buena, pues hay un importante juego. Helen se sale de la casa enfurecida. De repente, tocan a la puerta, y ahí está un individuo que se presenta como Spike (Jeffrey Jones), que le vende a Roy una gigantesca TV, con gran sonido y mejor imagen, una antena parabólica “especial” que le dará acceso a 666 canales “diferentes”. Como es obvio, Spike trabaja para el diablo y la antena parabólica tiene la función de succionar a Roy y a Helen al mundo de la televisión. Ahí tienen 24 horas para salvarse. Si logran escapar a todos los peligros de los programas, quedan redimidos y son regresados a su casa. Si mueren en la TV, sus almas pasan a ser posesión del diablo.




Si bien el contexto argumental es bastante burdo, con tonterías como la del niño genio tratando de hacer un aparato para rescatar a sus padres y cosas por el estilo, la idea central es muy buena: un viaje por el interior de los canales de televisión. Los personajes pasan de un programa a otro, así como de un canal a otro a través de algo así como ventanas o bien, gracias a unos controles remotos que ellos mismos pueden utilizar. Así, la persecución emprendida por el propio Spike a los Knable cuando se da cuenta de que sobreviven a los peligros de los programas se desarrolla de un canal a otro, en donde hay una gran variedad de programas, épocas representadas, tonos y tipos de acción (hay una espléndida escena en dibujos animados en la cual los Knable son convertidos en ratones de caricatura).




Están, además, los comerciales, los cuales se burlan de la televisión real, y los anuncios incluyen no sólo productos, sino también otros programas o películas transformados aquí a una versión supuestamente diabólica (y, de ser así, debemos reconocer que el diablo y su equipo de TV tienen un buen sentido del humor). Entre los programas están, por ejemplo, Autopsias de los ricos y famosos; entre las películas anunciadas, Tres hombres y el bebé de Rosemary, y entre los productos sobresalientes, El silenciador de los inocentes, un bozal para niños y mascotas idéntico al usado por Hannibal Lecter.




Es interesante que a estas alturas del partido una película siga percibiendo a la televisión como algo diabólico. Una película que terminará por ser exhibida precisamente en la televisión… ¿Cuál es el mensaje de este filme? No vea mucha televisión. Viva su vida. Claro que como la gente no le hace caso a los mensajes de los libros, las obras de teatro, los programas de televisión y las películas, esta cinta es inofensiva… como todas las demás.

A pesar, insisto, de las torpezas de guión y de dirección en las partes que esta historia se desarrolla en la realidad, el resto es muy divertido.




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* Las reseñas de la sección Cine de Hoy (2001-2010), y muchas de Cine de Ayer (1971-2000), salvo aclaración, fueron escritas en las fechas del estreno en México de esas obras, en salas de cine o en video, y son publicadas aquí (más o menos) como fueron publicadas en su momento en medios impresos de Coahuila.

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Actualización:
El actor John Ritter, nacido en 1948, conocido sobre todo por su trabajo en varias series de TV, murió sorpresivamente en 2003, a los 54 años de edad.

El realizador, Peter Hyams (nacido en 1943), dirigió, antes de la cinta que comentamos, Rolling Man (1972, TV), Goodnight, My Love (1972, TV), Busting (1974), Our Time (1974), Peeper (1976), Capricorn One (1978), Hanover Street (1979), Outland (1981), The Star Chamber (1983), 2010 (1984, continuación de 2001, una odisea del espacio, 1968, de Stanley Kubrick), Running Scared (1986), The Presidio (1988) y Narrow Margin (1990). Después de Stay Tuned (1992), realizó: Timecop (1994), Sudden Death (1995), The Relic (1997), End of Days (1999), The Musketeer (2001), A Sound of Thunder (2005), Beyond a Reasonable Doubt (2009) y Enemies Closer (2013).

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Siga en sintonía (Stay tuned).
Dirección: Peter Hyams.
Guión: Tom S. Parker y Jim Jennewein.
Fotografía: Peter Hyams.
Edición: Peter E. Berger.
Diseño de producción: Philip Harrison.
Música: Bruce Broughton.
Con: John Ritter, Pam Dawber, Jeffrey Jones, David Tom.
Género: Comedia / Fantasía.
País: EEUU.
Año: 1992.
Duración: 98 minutos.


sábado, 13 de febrero de 2016

Asterix y Obelix al servicio de su majestad, de Laurent Tirard






Asterix y Obelix al servicio de su majestad
(Astérix et Obélix: au service de sa majesté
Francia, España, Italia, Hungría, 2012)
de Laurent Tirard

Jesús Guerra

A pesar de que las historietas no pasan bien a los dibujos animados ni a las películas con actores, los productores fílmicos del planeta insisten en llevar a la pantalla, con actores, obras que nacieron en el ambiente de la historieta, y los resultados van de pésimos (incluso extrañamente desagradables) a pasables, y, en contadas ocasiones, muy buenos. En el caso de los famosos cómics de Asterix y Obelix (creados por René Goscinny [1926–1977] y Albert Uderzo [nacido en 1927], cómic francés nacido en 1959 en la revista Pilote), ya se han hecho cuatro películas con resultados desiguales: Astérix & Obélix contre César (1999, Claude Zidi), Astérix & Obélix: Mission Cléopâtre (2002, Alain Chabat), Astérix aux jeux olympiques (2008, Frédéric Forestier y Thomas Langmann) y la que ahora comento, Astérix et Obélix: au service de sa majesté (2012, Laurent Tirad). Llama la atención que las cuatro películas hayan sido dirigidas por cinco realizadores diferentes (la tercera acredita a dos directores), que Asterix haya sido intepretado por tres actores diferentes (Christian Clavier en la primera y la segunda; Clovis Cornillac en la tercera, y Edouard Baer en la cuarta; que Baer, quien interpreta a Asterix en la cuarta cinta, en la segunda interpretara a otro personaje, Otis; y que, en cambio, Gérard Depardieu haya interpretado a Obelix en las cuatro películas.




Las calificaciones de los usuarios del sitio IMDb (internacionales, pero en su gran mayoría estadounidenses) para estas cintas son bastante malas: 5.8 / 10; 6.6; 5.1 y 5.3. De éstas yo sólo vi la primera, en sala de cine y tengo recuerdos muy vagos de ella, y recientemente la cuarta, en DVD, la cual me ha parecido simpática. No me reí a carcajadas en ningún momento, pero creo que el tono general es simpático y disfrutable, aunque es evidente que hay momentos fallidos, que debieron ser cómicos pero no funcionan. Es quizá lo más cercano que tienen los franceses (pero aún lejano) al tono del inglés Flying Circus del grupo cómico Monty Python.




Vayamos a la película: Como todos sabemos la Galia está ocupada por los romanos, salvo el pequeño poblado de Asterix, mismo que gracias a la poción mágica que produce fuerza sobrehumana hecha por el mago de la aldea, ha logrado hacerles frente a las legiones del César (Fabrice Luchini). Al inicio de esta cinta vemos al ejército romano dirigiéndose a esa curiosa isla al borde del mundo llamada Britannia con la intención de conquistarla. Por supuesto, logran su objetivo, salvo por un pequeño reino, gobernado por la reina Cordelia (Catherine Deneuve) que ha resisitido pero que está a punto de desfallecer. La reina le pide a uno de sus oficiales, Jolitorax (Guillaume Galienne), que la aconseje, y éste le dice que tendrían que pedirle ayuda a los galos que han resistido también gracias a su poción mágica. La reina está de acuerdo, un poco a fuerza pues eso de pedirle ayuda a los galos... y Jolitorax va a la aldea de Asterix a pedir ayuda. Mientras tanto, Asterix y Obelix tienen una tarea en su aldea, encomendada por su rey, hacer un hombre de uno de los sobrinos del gobernante. El sobrino es Goudurix (Vincent Lacoste), quien acaba de llegar de Lutecia (que luego de muchísimos años se convertirá en París), y es un jovencito que se cree artista sensible y seductor.




A la solicitud de ayuda de Jolitorax para vencer a los romanos, el rey envía con él a Asterix, Obelix y Goudurix (pues es una buena ocasión para su educación viril) con un barril de poción mágica. Y así comienza la aventura, la cual, como debe de ser, nunca marcha como estaba planeado. Sin embargo, los mejores momentos de esta obra no se encuentran en esta aventura sino en los diversos encuentros de los personajes con romanos, inmigrantes sin papeles (en este caso sin papiros), y con los bretones. Y con el enfrentamiento entre los estereotipos, que tanto los galos como los bretones tienen de unos y otros, con la realidad (la cual, aunque suavizada, tiende a confirmar esos estereotipos). Los bretones son rígidos, contenidos (flemáticos se decía antes), demasiado preocupados por las apariencias. «Un caballero nunca corre», dicen los propios bretones, en circunstancias en que tendrían que estarlo haciendo. Y el propio César dice que tienen una extraña costumbre: a las 5 de la tarde dejan de hacer lo que están haciendo, no importa lo que sea, para tomar su bebida preferida: agua caliente. Los galos en cambio son vistos como sucios, malolientes y maleducados, es decir, bárbaros. ¡Y además están los normandos!, unos guerreros que no conocen el miedo. Hay una pequeña escena con ellos que es una maravilla.




He visto un fragmento de esta película doblada al español de España y por supuesto esa versión es horrenda. El DVD que tengo sólo tiene (por fortuna) el audio original (y subtítulos en español). Es interesante (además de que es el audio original, ¡por favor, siempre el audio original!) porque los bretones están interpretados por actores franceses, hablando en francés con acento inglés, y poniendo los adjetivos «al revés» (la poción mágica es 'la mágica poción'), que es una de las críticas de los galos a los bretones: esa manía de hablar al revés... El vestuario de la reina Cordelia es una maravilla porque es como el de la actual reina de Inglaterra, y Fabrice Luchini como el César, aunque en un papel muy pequeño, es muy divertido. Y es que el reparto es estupendo, aunque algunos de los mejores actores intervienen en papeles pequeñísimos, hasta Jean Rochefort aparece.




Vale la pena apuntar que en general los efectos especiales están bien realizados y bien usados, sobre todo para los momentos en que debemos recordar que lo que vemos es, en su origen, un cómic. Se supone que es un film para toda la familia, y en Europa de seguro lo es; en el caso de México, y supongo que de una buena parte de Latinoamérica, creo que habrá que explicarles demasiadas cosas a los niños (y adolescentes) para que entiendan la idea, y de seguro se van a aburrir.




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Asterix y Obelix al servicio de su majestad (Astérix et Obélix: au service de sa majesté).  
Dirección: Laurent Tirard.
Guión: Laurent Tirard, Declan May, Grégoire Vigneron, basado en dos libros de René Goscinny y Albert Uderzo.
Fotografía: Catherine Pujol y Denis Rouden.
Edición: Valérie Deseine.
Diseño de producción: Françoise Dupertuis.
Música: Klaus Badelt.
Con: Gérard Depardieu, Edouard Baer, Guillaume Gallienne, Vincent Lacoste, Valérie Lemercier, Fabrice Luchini, Catherine Deneuve, Charlotte Le Bon, Atmen Kelif y Jean Rochefort, entre otros.
Género: Aventura / Comedia / Familiar / Adaptación de cómic
País: Francia, España, Italia, Hungría.
Año: 2012.
Duración: 110 minutos.



sábado, 6 de febrero de 2016

Luna de miel en Las Vegas, de Andrew Bergman





Luna de miel en Las Vegas
(Honeymoon in Vegas, EEUU, 1992)
de Andrew Bergman

Jesús Guerra

Tenemos aquí otro de los patéticos —y sin embargo interesantes— casos de robo o espionaje de ideas que se da entre las compañías de cine de Hollywood. Luna de miel en Las Vegas, aunque tiene elementos originales —si es que esa palabra tiene algo que ver con La Meca del cine norteamericano— y nos recuerda varias películas en diferentes momentos, tiene mayormente su «película hermana» más parecida en Una propuesta indecorosa, de Adrian Lyne, estelarizada por Demi Moore y Robert Redford. [Claro que no sabemos cuál cinta copia a cuál: la de Lyne es de 1993 y está basada en una novela, pero los proyectos debieron estar en desarrollo más o menos al mismo tiempo.]*




En el caso de Luna de miel…, Jack Singer (Nicolas Cage), aunque tiene una novia a la que adora, Betsy Nolan (Sarah Jessica Parker), no puede casarse porque cuando murió la madre de Jack (interpretada por Anne Bancroft), ésta le pidió que le prometiera que no se casaría ya que nunca encontraría una mujer que lo quisiera como ella. Jack intentó protestar, pero su madre murió en ese instante. Sí, el matrimonio es una calamidad, era el mensaje de su progenitora, y para comprobarlo y recordárselo a sí mismo constantemente, Jack se consiguió un empleo ad-hoc: detective privado especializado en cónyuges infieles.




Durante algunos años, Betsy le dio apoyo a Jack hasta que llegó un momento en que lo que le dio fue un ultimátum, porque ella quiere ser una mujer casada y quiere tener hijos. Esto, obviamente, trastorna a Jack, y su única salida es acelerar las cosas: le propone a Betsy que se vayan a Las Vegas al día siguiente y ahí se casarán sin mayores preámbulos. A Betsy le encanta la idea. Al día siguiente están en la ciudad de las apuestas y los matrimonios rápidos. Sólo que al llegar al hotel los ve entrar un jugador profesional millonario de muy mala reputación: Tommy Korman (un James Caan que se ve más mafioso que en El Padrino). Resulta que la que fue la esposa de Tommy, llamada Nonna (interpretada en los flashbacks por la misma Sarah Jessica Parker) murió muy joven, víctima de un cáncer en la piel por las muchas horas que pasaba tomando el sol en su ociosa vida. Cuando Tommy ve a Betsy, piensa que Dios le da otra oportunidad y planea de inmediato una manera de apropiarse de la chica. Se hace pasar por un empleado del hotel que les da la bienvenida a los recién llegados con dos horas de «póker amistoso». Aunque Betsy le dice a Jack que no vaya a jugar, éste se encuentra tan nervioso que le parece una buena manera de pasar el tiempo hasta el inevitable momento en que desobedecerá el último deseo de su madre.




Sólo que Jack no sabe que juega con un profesional en cuyos planes está el de endeudarlo, cosa que logra, llegando a conseguir que Jack le deba a Tommy la nada despreciable suma de ¡65 mil dólares! Luego de que Jack confiesa que jugó por sentirse seguro de ganar, pero que no tiene esa cantidad, Tommy finge pensar en alternativas para su pago hasta que, un momento después, le propone olvidar la deuda si le «presta» a su novia por el fin de semana.




Finalmente, Tommy se lleva a Betsy a Hawái y el fin de semana se extiende hasta el miércoles. La idea de Tommy es seducirla con su dinero y con su falsa pose de hombre dulce para obligarla a casarse con él. Jack, entre tanto, los persigue como loco tan pronto deja de tener contacto con ambos.

Sin bien la premisa es más «creíble» que la de Una propuesta indecorosa —una trampa, un intercambio de mujer por una deuda impagable para un joven sin dinero y una cantidad grande pero manejable— la historia pierde proporción, el guionista y realizador enloquece, la película pierde ritmo y termina con una escena francamente fuera de lugar.

Vaya, hasta el humor es bastante disparejo. Sin embargo, tiene unos cuantos momentos divertidos… Por lo menos simpáticos.




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* Las reseñas de la sección Cine de Hoy (2001-2010), y muchas de Cine de Ayer (1971-2000), salvo aclaración, fueron escritas en las fechas del estreno en México de esas obras, en salas de cine o en video, y son publicadas aquí (más o menos) como fueron publicadas en su momento en medios impresos de Coahuila.

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Actualización:
Antes de Luna de miel en Las Vegas, Andrew Bergman dirigió sólo dos películas: So Fine (1981) y The Freshman (1990), y después sólo tres: It Could Happen to You (1994), Striptease (1996) e Isn’t She Great (2000). Como guionista estuvo más activo, pues antes de la película comentada, se produjeron nueve guiones que escribió o coescribió, como Blazing Saddles (Mel Brooks, 1974) o The In-Laws (Arthur Hiller, 1979), cuyo remake se produjo en 2003. Por supuesto, Luna de miel en Las Vegas fue convertida en una comedia musical en Broadway en 2014.




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Luna de miel en Las Vegas (Honeymoon in Vegas).
Guión y Dirección: Andrew Bergman.
Fotografía: William A. Fraker.
Edición: Barry Malkin.
Diseño de producción: William A. Elliott.
Música: David Newman.
Con: James Caan, Nicolas Cage, Sarah Jessica Parker, Pat Morita, Peter Boyle y Anne Bancroft, entre otros.
Género: Comedia / Romance / Thriller.
País: EEUU.
Año: 1992.
Duración: 96 minutos.





lunes, 1 de febrero de 2016

Las otras vidas, de Antonio Muñoz Molina






Las otras vidas
de Antonio Muñoz Molina

Jesús Guerra

Las otras vidas, del escritor español Antonio Muñoz Molina*, es un pequeño volumen de 130 páginas que reúne cuatro relatos bellísimamente editados por la editorial Mondadori en su colección Rectángulo.

«Las otras vidas» es el relato que abre el tomito. Un grupo de personas, relacionadas con la regencia de salas de concierto en Sudamérica y Europa, quienes han sucumbido a los encantos de los pianos de cola Fujisutmi & Sons, se encuentran reunidos en un viaje full credit (a cargo de la compañía japonesa) por el norte de África, en los «mejores hoteles». Todos desprecian al joven afinador y técnico de sonido por ser completamente diferente a ellos. Es huraño, sucio, viste como clochard y se pasó el viaje fumando, bebiendo y sin atender las rutas turísticas que todos los demás viajeros seguían religiosamente. Su nombre: Armando Cadafells.

Las soleadas mañanas se empleaban en actividades turísticas; las tardes y las noches, en reponer las energías, conversar, contar anécdotas. Todos admiraban a Milton Oliveira, pues sabían que era uno de los mejores pianistas del mundo. Sin embargo, todos ellos habían tenido experiencias desagradables con él, «un artista», decían, como si la palabra lo explicara todo. Y es que Oliveira se comportaba como «una diva». Era caprichoso y se negaba a tocar si alguna pequeñez lo molestaba.

El narrador de este relato es un mediocre hombrecito, consciente de su falta de valor (en ambos sentidos). Una noche, sin embargo, se emborracha con Cadafells y la novia de éste («una joven sucia y melenuda que poseía una peculiar habilidad para exhibir unas bragas azules»), y ese incidente «secreto» permite que el afinador y la chica tengan un cierto acercamiento con este hombre (quien en verdad se muere de la vergüenza por el incidente). Una noche, el narrador se enoja con su esposa (o mejor dicho, ella con él); entonces, Cadafells toca su puerta. Lo invita a platicar. El narrador no se puede zafar, por más que eso es lo que quiere, y, casi sin darse cuenta, de pronto ya está en un taxi rumbo a alguno de los barecitos de la ciudad en la que se encuentra el barco, dialogando acerca del azar con el afinador. Cadafells lo lleva a un antrucho en el cual el narrador se lleva la sorpresa de su vida. Quien toca el piano es Milton Oliveira.

El relato, espléndidamente narrado aunque centrado en el azar —tema tan caro a Julio Cortázar—, nos habla también de la nostalgia, de la costumbre de vivir en matrimonio, de las tristezas de la mediocridad autoconsciente, de la incomprensión del ser humano (los prejuicios, por ejemplo), y también, de pasadita, de la «magia» (por supuesto entre comillas) de las pequeñas aventuras no buscadas (pero tampoco rehuidas) y mucho, de manera contextual, del mundo como un lugar hecho, formado por reglas incuestionables…
«—¿Cree usted en el azar? —me dijo sin previo aviso Cadafells.
—Claro que sí —le contesté—. Actúa siempre en contra mía.»

«El cuarto del fantasma» es un simpático relato de aire provinciano en el que un narrador interno —como en los clásicos cuentos de terror— cuenta una anécdota extraña, en tanto que el narrador del relato que el lector lee nos habla no sólo de sus pensamientos sino también de los incidentes de una tertulia. Es una especie de ejercicio de estilo muy bien logrado.

El tercer relato de este volumen lleva por nombre «La colina de los sacrificios». Está narrado sin nombres, con una especie de necesidad de anonimato, de lejanía —a pesar de la cercanía testimonial que nos proporcionan las certeras descripciones, a medio camino entre lo literario y lo cinematográfico— que acentúa la sensación de observar la desgracia ajena.

Las comparaciones y metáforas son frías y húmedas; las escenas se desarrollan bajo la lluvia otoñal en una casa abandonada durante 15 años, mohosa y polvorienta; en la sala de interrogatorios de la policía, durante la madrugada; en un terreno baldío bajo la lluvia; en una gasolinera solitaria…

Si las descripciones son terribles es por realistas, porque nos descubren la soledad, la polvosa existencia sin expectativas de los personajes (y de un montón de gente representada por ellos). Es el argumento el encargado de mostrarnos algo de fantasía y eso gracias al azar, no porque no sea realista. Es otro ejercicio de estilo, enfocado ahora hacia el thriller psicológico, un relato que nos recuerda las historias de Patricia Highsmith.

«Te golpearé sin cólera» es el título del cuarto y último relato de este volumen. Toma su nombre de un verso de Baudelaire y es también una historia policiaca, aunque, quizá, más cercana a Boris Vian que a Raymond Chandler. Es la búsqueda de un pintor que firma sus cuadros con las iniciales J.V. y que pinta obras que parecen enloquecer y/u obsesionar a quienes las miran. El carácter paródico y de «homenaje» se ve claramente en la escena donde el detective contratado para el caso —y narrador del relato, evidentemente— llega al Hell’s Bar y en él se topa con una fauna verdaderamente de antología: «De vez en cuando me he emborrachado con Bill Faulkner, y siempre sé dónde encontrarlo». Más adelante: «Muy cerca de él, Ray Chandler bebe el gimlet del sueño eterno». Luego: «En Hell’s bebe ginebra cruda Malcom Lowry, y en un rincón del fondo, demolido por el ajenjo, Paul Verlaine hace vagos gestos en el aire […]».

Sobre el lugar nos dice: «Hell’s es uno de los bares menos recomendables de este mundo y del otro. Se llega a él bajando una sucia escalera de cemento, y en la entrada, sobre la cortina de tiempo con caligrafía de retrete: Lasciate ogni speranza, voi che entrate».

En una pequeña introducción al libro, el autor comienza por confesarnos que los cuatro relatos fueros escritos porque se los pidieron: «El relato es un género al que le sienta muy bien el trabajo de encargo»; y nos cuenta la historia editorial de cada uno. El más interesante (porque además lo ilumina) es el origen del cuarto texto («Te golpearé sin cólera»), el cual, nos dice Muñoz Molina, «lo escribí en 1983 para el catálogo de una exposición del pintor Juan Vida. Los cuadros que cito y describo en el relato existen de verdad, y la trama la inventé expresamente para ellos».

La lectura de Las otras vidas deja una deliciosa sensación de placer, la sensación que debe dejar, precisamente, la literatura. Son varias las virtudes de estos relatos (buena factura, ingeniosos, dicen más de lo que cuentan), y la brevedad no es la más breve de ellas. Salud.

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* Esta reseña fue escrita (y publicada en un medio impreso de Coahuila) aproximadamente en 1992.

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El autor:
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén, el 10 de enero de 1956; es escritor y académico de número de la Real Academia Española. En el año 2013 ganó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Entre sus obras se encuentran:

Novelas: Beatus Ille (1986, Seix Barral), El invierno en Lisboa (1987, Seix Barral), Beltenebros (1989, Seix Barral), El jinete polaco (1991, Planeta), Los misterios de Madrid (1992, Seix Barral), El dueño del secreto (1994, Seix Barral), Ardor guerrero (1995, Alfaguara), Plenilunio (1997, Alfaguara), Carlota Fainberg (1999, Alfaguara), En ausencia de Blanca (2001, Alfaguara), Sefarad (2001, Alfaguara; 2013, Cátedra), El viento de la Luna (2006, Seix Barral), La noche de los tiempos (2009, Seix Barral), Como la sombra que se va (2014, Seix Barral).

Libros de cuentos y relatos: Las otras vidas (1988, Mondadori), Nada del otro mundo (1993, Espasa Calpe).

Libros de ensayos: Córdoba de los Omeyas (1991, Planeta); La verdad de la ficción (1992, Renacimiento), Pura alegría (1998, Alfaguara), José Guerrero. El artista que vuelve (2001, Diputación Provincial de Granada), El atrevimiento de mirar (2012, Galaxia Gutenberg), Todo lo que era sólido (2013, Seix Barral).

Diarios: Ventanas de Manhattan (2004, Seix Barral) y Días de diario (2007, Seix Barral).

Libros con recopilaciones de artículos: El Robinson urbano (1984, Silene Fábula), Diario del Nautilus (1986, Diputación Provincial de Granada; 1989, Mondadori), Las apariencias (1995, Santillana), La huerta del Edén: escritos y diatribas sobre Andalucía (1996, Ollero y Ramos), Unas gafas de Pla (2000) y La vida por delante (2002).

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Las otras vidas. Antonio Muñoz Molina. Editorial Mondadori. Colección Rectángulo. Madrid, España, 1988. 130 págs.