lunes, 31 de octubre de 2016

Bob Dylan y el Nobel




Bob Dylan y el Nobel

Jesús Guerra

La polémica por el Nobel
Como recordarán, en la primera quincena de octubre se anunció el nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura 2016: el cantante y compositor Bob Dylan. De inmediato se desató una polémica, en prensa y en redes sociales, debido a esta elección de la Academia Sueca, la institución que selecciona y entrega el premio.

Tanto la elección de un compositor de canciones de música folk, blues y rock para recibir el premio literario más importante del mundo como la polémica resultan muy interesantes, porque se refieren, en realidad, a un tema más amplio: «¿qué es, o qué es lo que se considera literatura en la segunda década del siglo XXI?»

Por lo general el Nobel de Literatura se les otorga a novelistas, a cuentistas, a dramaturgos, a poetas y a ensayistas. Hay ganadores del Nobel que escriben sólo en uno de estos géneros, o en dos, o en todos. Pero en 2015, por ejemplo, el premio se le otorgó a la bielorrusa Svetlana Aleksiévich —y aquí cito un fragmento del documento de la Academia Sueca— «por sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo», y si escribí «pero» se debe a que esta escritora es sobre todo periodista. Una periodista que escribe sobre dramas sociales con una gran calidad, una calidad literaria, sin duda, pero es sobre todo una periodista. Y esto no lo resalto como algo negativo, al contrario. Esto implica una ampliación del significado de literatura reconocido por la Academia Sueca.




Este año, esa ampliación continúa, al anunciar que el seleccionado para el premio es un escritor de canciones. No uno cualquiera, por supuesto —y cito de nuevo a la Academia Sueca, la cual dice que lo seleccionaron—: «por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción». Es decir, la Academia Sueca reconoce por primera vez que las canciones son, o pueden ser, poesía. Esto en realidad es un regreso al origen de la poesía, es algo evidente, pero no aceptable para todo el mundo, como lo demuestra la polémica que se desató en medios de comunicación y, sobre todo, en redes sociales.

Muchos de los comentarios, fundamentalmente en Twitter, eran bromas, pero estas bromas muestran la extrañeza, la confusión que causó la elección del premio de este año. Hay escritores que preguntaron si las versiones en audiobook de sus obras podrían ganarse un Grammy, los premios estadounidenses de música. Un novelista francés comentó «A mí me gusta Bob Dylan, pero dónde están sus libros».

Hubo comentarios muy generosos, como el de Salman Rushdie, quien declaró que le gustaba que Dylan se hubiera ganado el Nobel, y que esa tarde se la pasaría escuchando canciones de Dylan (mencionó específicamente «Mr. Tambourine Man»). Hubo otros, como el de Vargas Llosa, ganador del Nobel en 2010, quien declaró que la Academia Sueca había cometido un error. Tiene razón, la Academia Sueca suele cometer errores... ¿Fue un error otorgarle el premio a él?




Más allá, o más acá, no sé, del tema de la ampliación del concepto de literatura, creo que hay también una preocupación, digamos «pragmática», por lo menos para los escritores cuyo nombre se menciona año con año como posibles ganadores del Nobel, relacionada con el tiempo de espera. Los novelistas, por ejemplo, sienten que tienen que competir no sólo entre ellos por el premio, sino con dramaturgos y poetas, y ahora, para complicar las cosas, también con periodistas y cantautores. Sienten que se van a morir antes de que se les otorgue el premio (y en algunos casos inevitablemente eso va a suceder). Y lo mismo sucede con los poetas y con los dramaturgos.

Una humilde propuesta (inaceptable)
La ampliación del concepto de literatura debería tener como consecuencia la separación del premio en diversas categorías. Un premio Nobel para cuentistas y novelistas, otro para dramaturgos, y otro para poetas y cantautores. Y ya que estamos en esto, seamos generosos, yo incluiría, junto a los dramaturgos, a los guionistas de cine. Es una idea. Sin embargo, la Academia Sueca no estaría dispuesta a considerarla, entre otras cosas porque cada premio les cuesta ocho millones de coronas suecas, es decir, alrededor de un millón de dólares, y el trabajo que realizan por lo menos se triplicaría, y además porque lo más probable es que las vacas sagradas del mundo literario pondrían el grito en el cielo (es decir en Twitter).

Diversificación
La verdad es que el asunto del concepto de literatura es complejo, o más bien, se ha vuelto más complejo en nuestro tiempo, en que todo se multiplica y se diversifica. Uno de los comentarios en redes sociales que más me llamó la atención fue el del novelista inglés Philip Pullman, quien escribe literatura fantástica. En su comentario dijo que estaba contento por la elección de Bob Dylan como el Nobel de este año, y que esperaba que la elección de un cantautor significara que la Academia Sueca tomaría en cuenta también, para años próximos, a escritores de subgéneros.




Y tiene razón: hasta ahora, el premio Nobel de literatura sólo se les otorga a autores, en el caso de los narradores, de obras catalogadas un tanto ambiguamente como «literarias», es decir, obras que pertenecen a la alta cultura, independientemente de lo popular que en un momento dado pueda ser el escritor en cuestión —como fue el caso de Gabriel García Márquez—. El premio a Bob Dylan abre la puerta a la discusión sobre la percepción que tiene la Academia Sueca de la alta cultura y de la cultura popular. Por eso me llamó la atención el comentario de Philip Pullman, pues es cierto, nunca se les ha dado el Nobel a autores de novelas de ciencia-ficción o de novelas policiacas, por mencionar sólo dos géneros narrativos.

Está claro que la Academia Sueca acaba de abrir la puerta a la cultura popular, pero no está muy claro si la mantendrá abierta de manera permanente. La discusión, o quizá las discusiones, sobre estos temas relacionados con el Nobel van a comenzar de manera seria (quizá) y no sabemos a dónde irán a parar.

Volvamos a Dylan
El verdadero nombre de Bob Dylan es, o era, Robert Allen Zimmerman, y por sus apellidos es fácil deducir que nació de padres judíos, el 24 de mayo de 1941, en Duluth, Minnesota. Cuando estaba en secundaria formó varios grupos de música. En mayo de 1960 se salió de la escuela y se fue a Nueva York, y comenzó a tocar en bares, en donde conoció otros músicos y comenzó a hacer grabaciones. En agosto de 1962, legalmente cambió su nombre por el de Bob Dylan, con el que el mundo lo ha conocido en el último medio siglo. Se dice que escogió el nombre Dylan como apellido debido a su pasión por la poesía del poeta Dylan Thomas.




Su discografía
Ese año apareció su primer disco, llamado sólo Bob Dylan, en el que mezcló canciones suyas con otras de otros músicos, y canciones tradicionales con arreglos suyos. Al año siguiente se publicó se segundo disco, The Freewheelin' Bob Dylan, y la primera canción de ese disco es la famosísima «Blowin' in the Wind», que conocemos en español (por lo menos en México) como «La respuesta está en el viento». Esa canción, que tiene 53 años, quedó ligada al nombre de Dylan para siempre, y fue una de las que identificó a su autor como una de las voces de su generación, y se convirtió en uno de los himnos de los años 60, durante la lucha de los derechos civiles.

Esta canción la grabaron muchos artistas de su tiempo, y fue un hit para el trío de cantantes Peter, Paul and Mary. De hecho, en esos años, muchos otros artistas grabaron canciones de Dylan, como Joan Baez, The Byrds, Sonny & Cher, The Hollies, The Association, Manfred Mann y The Turtles.

Su disco fue muy escuchado y admirado por músicos y críticos. George Harrison dijo alguna vez que The Beatles escucharon ese disco muchas veces, y que tanto las letras de las canciones como la actitud de Dylan les parecieron increíblemente originales y maravillosas.




Dylan ha tocado blues, spiritual, folk, rhythm & blues y rock, y por supuesto, una mezcla muy propia de algunos de estos géneros.

La discografía de Bob Dylan, de 1962 a 2016 —estamos hablando de una carrera que lleva 54 años— está compuesta, hasta ahora, por 37 álbumes de estudio, lo que nos da un promedio de un álbum cada año y medio. Los títulos son los siguientes:

1. Bob Dylan (1962)
2. The Freewheelin' Bob Dylan (1963)
3. The Times They Are a-Changin' (1964)
4. Another Side of Bob Dylan (1964)
5. Bringing It All Back Home (1965)
6. Highway 61 Revisited (1965)
7. Blonde on Blonde (1966)
8. John Wesley Harding (1967)
9. Nashville Skyline (1969)
10. Self Portrait (1970)
11. New Morning (1970)
12. Pat Garrett & Billy the Kid (1973)
13. Dylan (1973)
14. Planet Waves (1974)
15. Blood on the Tracks (1975)
16. The Basement Tapes (1975)
17. Desire (1976)
18. Street Legal (1978)
19. Slow Train Coming (1979)
20. Saved (1980)
21. Shot of Love (1981)
22. Infidels (1983)
23. Empire Burlesque (1985)
24. Knocked Out Loaded (1986)
25. Down in the Groove (1988)
26. Oh Mercy (1989)
27. Under the Red Sky (1990)
28. Good as I Been to You (1992)
29. World Gone Wrong (1993)
30. Time Out of Mind (1997)
31. Love and Theft (2001)
32. Modern Times (2006)
33. Together Through Life (2009)
34. Christmas in the Heart (2009)
35. Tempest (2012)
36. Shadows in the Night (2015)
37. Fallen Angels (2016)




Pero a esto hay que agregar un buen número de discos que han aparecido con grabaciones que nunca se publicaron en disco en su momento, demos, grabaciones no definitivas, álbumes en concierto, recopilaciones, etcétera, que son alrededor de 50 discos más, y en total estamos hablando de entre 85 y 90 discos.

Sus canciones
Sus interpretaciones siempre han sido materia de discusión. Hay quien adoran la manera en que canta y toca sus canciones, hay quienes simplemente no lo soportan, pero la calidad de sus letras nadie, o casi nadie, las cuestiona. Quienes lo critican por su forma de cantar dicen que a veces no se entiende lo que canta, lo cual es incomprensible teniendo en cuenta que canta algunas de las que están consideradas las mejores letras de la música popular. Todo esto lo comento porque hablamos de él, pero vale la pena recordar que la Academia Sueca no lo premió como músico ni como cantante, sino como letrista, es decir, como poeta.

Como escritor de canciones ha sido más que prolífico. En Wikipedia podemos encontrar la lista de las canciones de Bob Dylan. Una nota aclara que la lista sólo contiene las canciones cuya letra es de Dylan, y aquellas en que aparece acreditado como coautor, pero no están las canciones tradicionales ni aquellas que ha grabado pero que son de otros compositores. Esta lista contiene 522 canciones, número que me parece asombroso (hablamos de casi una canción al mes, durante 54 años de trabajo).




Al hablar de Dylan hay que tener en cuenta dos datos muy importantes, para entender su dimensión como músico. Ambos son selecciones de la revista Rolling Stone, publicación muy respetada en opiniones musicales. El primero: la mencionada publicación lo reconoció en el año 2010 como el segundo artista más importante de la historia del rock. Los primeros son The Beatles. (Véanlo de esta manera: con excepción de The Beatles, Dylan es más importante para la historia del rock que cualquier otro cantante o grupo que se les ocurra.) El segundo dato: en 2011 la misma revista publicó su lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos, y la número uno es «Like a Rolling Stone» de Bob Dylan (a menos, claro, de que se trate de una broma debido al título de la misma).

Premios
Por otra parte, la lista de premios que se le han otorgado a Bob Dylan es impresionante: le han dado títulos honorarios de Doctor en Música en varias universidades, varios de sus discos y de sus canciones están en diversos apartados del Salón de la Fama del Rock, ha sido nominado una gran cantidad de veces a los premios Grammy, y se ganó muchos de ellos; España le dio el premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2007, Francia le dio la medalla de Comandante de la Orden de las Artes y las Letras en 1990, y en 2013 lo hizo Oficial de la Legión de Honor. En Estados Unidos se ha ganado muchos premios y honores, entre ellos, en 2008 se le otorgó un Premio Pulitzer especial, y en 2012 se le dio la Medalla Presidencial de la Libertad. En 2001 se ganó, además, el Globo de Oro a Mejor Canción Original por «Things Have Changed» que está incluida en la película Wonder Boys (Curtis Hanson, 2000), y por la misma canción y la misma categoría se ganó el Oscar correspondiente al año 2000, y ahora, en 2016, como cereza del pastel, se le otorgó el Premio Nobel de Literatura.

Letras 1962-2001
La edición en español de su libro de letras de canciones es Letras 1962-2001, el cual tiene varias ediciones en inglés, pues cada vez que se reedita se le aumentan las letras de los discos aparecidos entre los años de una edición del libro y la siguiente. En inglés apareció primero el libro cuyo título traducido sería «Textos y dibujos», en 1973; luego otro llamado «Letras» (Lyrics, o sea «letras de canciones»), que tenía las canciones de Dylan de 1962 a 1985. Después apareció otro, llamado también Lyrics pero en este caso de 1962 a 2001, que se publicó en inglés en 2004. Y ya se anunció que pronto saldrá la nueva edición de este libro, supongo que con las canciones escritas hasta 2012 en que apareció su álbum Tempest (hay que recordar que los dos discos más recientes de Dylan, el de 2015 y el de 2016, son de canciones que no fueron escritas por él).




La edición en español que les comento es la traducción del libro aparecido en inglés en 2004, e incluye, por lo tanto, las canciones escritas por él y que aparecieron en sus primeros 31 discos en estudio. El libro es monumental, tanto en su número de páginas: 1,264, como en el trabajo que representa, tanto de parte del autor (casi 40 años de escribir canciones: para la siguiente edición, la que está a punto de aparecer en inglés el libro contendrá la escritura de medio siglo), pero también es monumental por el trabajo de traducción, de Miquel Izquierdo y José Moreno, y por parte de Alessandro Carrera, autor de las notas sobre cada una de las canciones incluidas. Es decir, en pocas palabras, hablamos de un libro estupendo.

De este libro se hizo una primera edición en español de la editorial Global Rhythm en 2007, y luego ésta que les comento, del año 2011, que es una coedición de Global Rhythm y Editorial Océano. El volumen contiene una «Nota previa a la traducción», una breve «Introducción», y luego las letras de las canciones, tanto en inglés como en español, separadas por álbumes. Y en cada álbum, después de las letras están las notas, que nos comentan las circunstancias en que las canciones se escribieron, en qué se basó Dylan para componerlas, tanto la letra como la música, las fechas de grabación, y los posibles orígenes e incluso significados diversos de algunos versos específicos. Las notas son realmente muy completas y contienen detalles fascinantes.

Para terminar: el Nobel
Luego de que la Academia Sueca anunció que Dylan era el ganador del Premio Nobel de Literatura 2016, el cantautor, quien tenía conciertos en Las Vegas en esas fechas, no declaró nada al respecto. La Academia no pudo comunicarse con él. Comenzaron los rumores: ¿lo pensaba rechazar? Finalmente, Dylan se comunicó con los organizadores del premio y luego declaró que lo que sucedía era que el anuncio lo había dejado sin palabras. Prometió asistir a recoger el premio.

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Letras, 1962-2001. Bob Dylan. Global Rhythm y Editorial Océano. 2011. 1264 págs.



sábado, 15 de octubre de 2016

Inferno, de Ron Howard



Inferno
(EEUU, Japón, Turquía, Hungría, 2016)
de Ron Howard

Jesús Guerra

Inferno es la tercera aventura cinematográfica de Robert Langdon (interpretado en los tres filmes por Tom Hanks), personaje creado por Dan Brown que aparece en cuatro de sus novelas: Ángeles y demonios (2000), El código Da Vinci (2003), El símbolo perdido (2009) e Inferno (2013). Fue tal la controversia y, por tanto, el éxito de ventas de la segunda novela, que se convirtió en la primera película: El código Da Vinci (2006), tres años después se estrenó Ángeles y demonios (2009) y siete años después Inferno.

En una reciente entrevista, Dan Brown negó que la versión cinematográfica de su tercera novela de Langdon, El símbolo perdido haya sido desechada, dijo que los productores aún no han encontrado la manera de hacer una buena película a partir de su libro debido a la complejidad argumental de la novela, y que por lo tanto, debido a que Inferno se publicó desde 2013, decidieron adelantarla. Hay que recordar que, en las tres películas basadas en sus novelas, Dan Brown aparece acreditado como productor ejecutivo. (Por cierto, hay que apuntarlo, dijo también que su quinta novela con Langdon como protagonista, llamada Origin, será publicada en septiembre de 2017.)




Hay críticos que han atacado a Dan Brown por utilizar la misma estructura en todas sus novelas sobre Langdon (esto incluye un inicio similar: Robert Langdon, que es profesor en Harvard, lleva su apacible rutina de maestro hasta que alguien lo invita a investigar algo). Quienes hacen esta crítica no parecen darse cuenta que las novelas forman parte de una serie, y por lo tanto deben tener características similares. ¿No empiezan casi siempre igual los cuentos y las novelas de Sherlock Holmes, por poner sólo un ejemplo? Inferno comienza de manera diferente (quizá Dan Brown quiso complacer a esos críticos), aunque la estructura implícita es la misma (lo veremos luego en flash-backs). Aquí, Robert Langdon despierta en un hospital, en Florencia, Italia, con una herida en la cabeza y sin recordar los últimos días. De hecho, lo último que recuerda es estar en la universidad en donde da clases, en Estados Unidos. Ha estado soñando imágenes medievales, específicamente escenas relacionadas con la peste negra (la plaga del siglo XIV).




Lo atiende la doctora Sienna Brooks, la cual le explica que llegó el día anterior, en taxi, con una herida en la cabeza, diciendo cosas incompresibles. Langdon está sorprendido. Un enfermero les avisa que una policía pide hablar con el enfermo. Y momentos después la mujer policía camina por el pasillo que conduce al cuarto de Langdon y le dispara a un médico. La doctora cierra la puerta y ayuda a Langdon a escapar, y lo lleva a su departamento. Ahí Langdon encuentra, en el saco que llevaba cuando llegó al hospital, un aparato pequeño que proyecta una imagen de la ilustración de Boticelli del infierno descrito por Dante. Pero esa ilustración ha sido alterada. Deciden hablar a la embajada de los Estados Unidos, y quien responde le dice a Langdon que lo han estado buscando. Le pregunta en dónde se encuentra para mandar por él. Por seguridad, Langdon da la dirección de un hotel que está frente al departamento de la doctora, y cuando ven que llega la misma policía, y luego otras camionetas con hombres armados, Brooks y Langdon huyen y continúa la persecución que empezó en el hospital y que seguirá por una buena parte de la película. Es decir, aquí la obra comienza en medio de la acción, y Langdon tiene que descubrir qué era lo que ya estaba investigando.




He leído algunas críticas de esta cinta, y varias de ellas tachan esta película de «ridícula», pero creo que los críticos responsables de esas reseñas no han comprendido el género al que esta obra pertenece. ¿Creerán que las cintas de Jason Bourne o las de James Bond son realistas? ¿Les parecerán creíbles? Algunos de ellos confiesan no haber visto las dos películas anteriores de la serie ni haber leído las novelas de Dan Brown. A mí (que sí vi las dos películas anteriores y sí leí las cuatro novelas) me parece muy entretenida, creo que tiene una buena dosis de intriga y que tiene un buen ritmo (sin ser de estas obras nuevas que son tan rápidas que ni se entienden ni, de hecho, dejan ver bien lo que sucede). No es, tampoco, la mejor película de acción ni el thriller más emocionante del año.





El problema con las adaptaciones de las novelas de Dan Brown es que tienen que resumir tanto la parte del desciframiento de las pistas (que es lo que hace que estas novelas sean tan entretenidas), que las películas se vuelven casi incomprensibles y las pistas, irrelevantes. (Por eso una buena parte de los espectadores que vieron El código Da Vinci pero no leyeron la novela decían «¿Y por esto se hizo tanto escándalo?») En Inferno el tema de Dante se vuelve casi un adorno (lo que no sucede en la novela, o por lo menos no en la misma medida). No es incompetencia de los guionistas ni del director, simplemente las reglas del cine son demasiado estrictas (comenzando por la duración de una película de misterio y acción). En realidad, las novelas de Dan Brown no deberían de adaptarse al cine, están pensadas y hechas para ser leídas, y si la adaptación es una necesidad de nuestro tiempo, una miniserie sería el vehículo más adecuado.




Por otra parte, recordemos que la crítica literaria «seria» del mundo de habla inglesa ha atacado mucho las obras de Brown, sobre todo su escritura. Pero Brown no tiene pretensiones de escribir gran literatura. Lo que él quiere —lo ha declarado— es escribir novelas entretenidas en las que el lector aprenda algo. Son más o menos lo que fueron las novelas de Julio Verne en el siglo XIX. Los lectores aprendían de ciencia y de geografía y se divertían. En las novelas de Dan Brown los lectores comunes y corrientes aprendemos cosas de arte y de símbolos y de ciudades importantes del mundo, y nos divertimos leyéndolas. No son obras especializadas. Inferno obviamente no es para especialistas en Dante. Me parece que los lectores de novelas y los espectadores de películas tenemos la obligación de ubicar las obras que leemos y vemos antes de hacer críticas idiotas. Decir que el Ulises de Joyce es difícil de leer y que además le falta acción es cierto, pero al mismo tiempo es una estupidez.




Las tres películas que se han hecho de la serie de Robert Langdon han sido dirigidas por Ron Howard. El guión de la primera cinta fue escrito por Akiva Goldsman (un espléndido guionista), el de la segunda fue del mismo Goldsman y David Koepp, y el de la tercera de Koepp. David Koepp es un guionista respetado. En su filmografía, de 30 títulos, tiene obras como La muerte le sienta bien (Death Becomes Her, 1992, dirigida por Robert Zemeckis), Parque Jurásico (1993, coescrito con Michael Crichton y dirigida por Steven Spielberg), Carlito's Way (1993, dirigida por Brian De Palma), Misión imposible (1996, coescrito con Robert Towne, dirigida también por De Palma), Panic Room (2002, dirigida por David Fincher), Spider-Man (2002, dirigida por Sam Raimi), Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull (2008, dirigida por Steven Spielberg) y la ya anunciada Indiana Jones 5 (que se estrenará en 2019 y será dirigida también por Spielberg), por mencionar sólo algunas. Tal vez Inferno no sea su mejor guión, pero teniendo en cuenta las dificultades de adaptación de la novela, no me parece que esté nada mal.




Ron Howard, por su parte, es un realizador bastante decente. No es un genio ni un «autor» a la europea, pero ha hecho algunas cintas muy entretenidas y disfrutables, y no hay que olvidar que se ganó el Oscar a Mejor Director por A Beautiful Mind en 2002. Entre sus películas están Splash (1984), Cocoon (1985), Parenthood (1989), Apollo 13 (1995), How the Grinch Stole Christmas (2000), y Cinderella Man (2005), por mencionar sólo algunas de las más conocidas.

Vale la pena apuntar, por si no han leído la novela y les interesa hacerlo después de ver esta película, que el final ha sido cambiado de manera importante. Y, por supuesto, prefiero el final de la novela.

Las interpretaciones están bien, sin ninguna que sobresalga. Tom Hanks, como en las dos cintas previas de la serie, está muy moderado, porque así es su personaje, tranquilo, aunque es apasionado cuando habla de lo que le interesa y está lleno de energía. Gracias a sus locaciones (Florencia, Venecia y Estambul), y a algunos de los museos y sitios en los que se desarrollan algunas de las escenas, la película tiene tomas bellísimas. Por lo demás es una cinta realizada con buen gusto.

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Inferno
Dirección: Ron Howard
Guión: David Koepp
Fotografía: Salvatore Totino
Edición: Tom Elkins y Daniel Hanley
Diseño de producción: Peter Wenham
Vestuario: Julian Day
Música: Hans Zimmer
Con: Tom Hanks, Ben Foster, Felicity Jones, Sidse Babett Knudsen, Omar Sy, Irrfan Khan, y Ana Ularu, entre otros.
País: Estados Unidos, Japón, Turquía, Hungría
Año: 2016
Duración: 121 minutos



domingo, 9 de octubre de 2016

Pasión por las letras, de Michael Grandage




Pasión por las letras
(Genius, EEUU, Inglaterra, 2016)
de Michael Grandage

Jesús Guerra

¡Por fin, una película para adultos!, es decir «para audiencias maduras». Son poquísimas las películas para adultos que se hacen en nuestro tiempo, por lo menos en Hollywood; Europa sigue produciendo, por fortuna, un cine que no depende del cómic. Esa sola característica de Pasión por las letras, ya de entrada, es motivo de regocijo.

Uno pensaría, sin embargo, que esta cinta, basada en el libro Max Perkins: Editor of Genius, del estadounidense A. Scott Berg, acerca de un mítico editor literario estadounidense de la primera mitad del siglo XX, el cual editó a algunos de los también míticos escritores estadounidenses de su tiempo (F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway y Thomas Wolfe, entre otros) sería una película orgullosamente americana, pero aunque la cinta está producida en parte por Estados Unidos, y tiene actores estadounidenses (como Laura Linney, quien interpreta a la esposa del editor), es mucho más una cinta inglesa, a pesar de sus personajes y de su ubicación geográfica. El director, Michael Grandage, es inglés (viene del teatro; de hecho, ésta es su primera película, y vaya manera de hacer una primera película), y todos los actores principales son ingleses (Colin Firth encarna al editor Max Perkins; Jude Law interpreta a Thomas Wolfe; Guy Pearce es F. Scott Fitzgerald; Dominic West es Hemingway), con excepción de Nicole Kidman, quien, aunque nació en Hawai, es hija de padres australianos. La película, para colmo, se filmó en Londres, tanto los interiores como los exteriores.




El hecho que este film sea inglés es, también, motivo de regocijo para los espectadores, pues los ingleses son muy buenos para filmar películas sobre escritores. Pero esta obra tiene una particularidad: el personaje central es el editor. Hay muchas películas con personajes editores, pero en Genius se ve al editor haciendo su trabajo. Y eso es raro pues incluso en el mundo editorial el editor tiende a desaparecer. De hecho, la labor del editor, si es realmente buena, se vuelve invisible. Si hay errores en un libro, tanto de estructura como de redacción, incluso erratas, entonces se nota la ausencia del trabajo del editor (y del corrector), pero si no hay errores y la prosa y la historia fluyen, los lectores elogian el estilo del autor. Nadie se acuerda del editor. Eso es así y los editores lo asumen.




No sé si el libro (aparecido en 1978 y ganador del National Book Award) esté centrado sólo en la relación de trabajo y de amistad entre Max Perkins y Thomas Wolfe, como la película, o si la adaptación tomó sólo un fragmento del libro, pero el guión es muy bueno, y la película estupenda.

Un día, un compañero de trabajo le pide al editor Max Perkins que le eche un ojo a un manuscrito enorme. Le dice que ha sido rechazado por todas las otras editoriales de Nueva York. Que no es bueno pero es único. Y Max promete darle una revisada por encima, con rapidez, para darle una opinión, pero no puede dejar de leer el texto. Lo lee en la oficina, en el tren rumbo a su casa, en el comedor, de regreso. Cuando lo termina cita al autor a su oficina. El escritor, de una personalidad expansiva e incapaz de dejar de hablar (y también, lo veremos después, de escribir), llega convencido de que le rechazarán su obra. Cuando Perkins le dice que sí publicarán su libro pero que requiere mucho trabajo de edición, Wolfe no lo puede creer, y termina por prometer trabajar duro y hacer todos los cortes que Perkins le pida.




El trabajo de edición es arduo y de muchos meses. Cuando el libro se publica es muy bien recibido por la crítica y se vende bien. Thomas Wolfe se convierte en una estrella literaria. Y luego llega a la oficina de Perkins el segundo libro del autor, gigantesco, monstruoso, desordenado, en cajas. La relación de trabajo pronto se convierte también en amistad. Una amistad que implica otros elementos, como la obvia búsqueda de un padre por parte del escritor, y quizá la búsqueda de un hijo por parte del editor. Y en la que la influencia intelectual de Perkins es tan grande que hace sonar las alarmas de la mujer del escritor. La película nos muestra también, por encima, pero con claridad, las relaciones entre el editor y otros de sus autores, así como la relación entre el editor y su esposa y sus hijas, y también la extraña relación entre Wolfe y su pareja, Aline Bernstein, quien era veinte años mayor que él (en la película la diferencia de edad se nota, pero Nicole Kidman es sólo cinco años mayor que Jude Law) y lo mantenía.




El título del film en inglés, Genius, es (voluntariamente) ambiguo. ¿Se refiere al autor, al editor o a los dos? El título del libro es igualmente ambiguo, porque a pesar de que su traducción al español no deja duda: «editor de genio», en inglés el sentido sería equivalente a dos frases: «editor de genio» y «editor de genios», aunque esté en singular. Pero me parece que la película misma, a medida que transcurre, toma partido por el editor. El título en México, Pasión por las letras, es genérico y descriptivo, como la mayor parte de los títulos de cintas extranjeras, pero pasa. En Brasil y Portugal se fueron por la segunda opción de la traducción del título del libro y se llama «El editor de genios», y en España le fue peor porque se llama El editor de libros.




El guionista, John Logan, tiene una filmografía verdaderamente impresionante: RKO 281 (1999), Any Given Sunday (1999), Gladiator (2000), The Time Machine (2002), Star Trek: Nemesis (2002), Sinbad: Leyend of the Seven Seas (2003), The Last Samurai (2003), The Aviator (2004), Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street (2007), Rango (2011), Coriolanus (2011), Hugo (2011), Skyfall (2012), Spectre (2015), y para TV, es el creador y ha escrito varios de los capítulos de la estupenda serie Penny Dreadful. Si esta relación de títulos de filmes escritos por Logan no los hace querer ir a ver esta película de inmediato, no sé qué podría lograrlo.




La película me gusta mucho: está muy bien escrita y dirigida, y estupendamente actuada. Sus intérpretes son algunos de mis actores favoritos y el tema me apasiona. Es inteligente y cálida. Su fotografía, en tonos sepia, es evocativa y nostálgica, y el vestuario y la escenografía, minuciosos y detallistas, capturan las texturas, los colores y los diseños de la época a la perfección, así que, al verla, vemos la Nueva York de los años 30 como fue, o quizá como la nostalgia nos hace pensarla ahora. Pasión por las letras, como si hojeáramos un libro, nos permite, finalmente, entrever más de lo que nos muestra.

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Pasión por las letras (Genius)
Dirección: Michael Grandage
Guión: John Logan
Fotografía: Ben Davis
Edición: Chris Dickens
Diseño de producción: Mark Digby
Vestuario: Jane Petrie
Música: Adam Cork
Con: Colin Firth, Jude Law, Guy Pearce, Dominic West, Nicole Kidman y Laura Linney, entre otros.
País: EEUU
Año: 2016
Duración: 104 minutos